domingo, 8 de marzo de 2009

Arde



-¿Cómo comenzó todo esto, te preguntas, este trabajo, cómo se organizó, cuándo, dónde? Bueno, yo diría que comenzó realmente en una llamada Guerra Civil. Aunque según nuestro reglamento fue fundado antes. Pero en verdad no progresamos hasta que apareció la fotografía. Luego las películas cinematográficas, a principios del siglo veinte. La radio. La televisión. Las cosas comenzaron a ser masa.
Montag no se movía.
- Y como eran masa, se hicieron más simples -dijo Beatty-.En otro tiempo los libros atraían la atención de unos pocos, aquí, allá, en todas partes. Podían ser distintos. Había espacio en el mundo. Pero luego el mundo se llenó de ojos, y codos, y bocas. Doble, triple, cuádruple población. Películas y radios, revistas, libros descendieron hasta convertirse en una pasta de budín, ¿me entiendes?
- Creo que sí.
Beatty contempló las formas del humo que había lanzado al aire.
- Píntate la escena. El hombre del siglo diecinueve con sus caballos, sus carretas, sus perros: movimiento lento. Luego, el siglo veinte: cámara rápida. Libros más cortos. Condensaciones. Digestos. Formato chico. La mordaza, la instantánea.
- La instantánea -repitió Mildred asintiendo con movimientos de cabeza.
- Los clásicos reducidos a audiciones de radio de quince minutos; reducidos otra vez a una columna impresa de dos minutos, resumidos luego en un diccionario en diez o doce líneas. Exagero, por supuesto. Los diccionarios eran obras de consulta. Pero muchos sólo conocían de Hamlet (tú seguramente conoces el título, Montag; para usted probablemente es sólo el débil rumor de un título, señora Montag), muchos, repito, sólo conocían de Hamlet un resumen de una página en un libro que decía:Ahora usted puede leer todos los clásicos. Lúzcase en sociedad. ¿Comprendes? Del jardín de infantes al colegio, y vuelta al jardín de infantes. Ése ha sido el desarrollo espiritual del hombre durante los últimos cinco siglos. [...] Cámara rápida, Montag -continuó-. Rápida. Clic, pic, ya, sí, no, más, bien, mal, qué, quién, eh, uh, ah, pim, pam, pam. Resúmenes, resúmenes, resúmenes. ¿La política? Una columna, dos frases, un titular. Luego, en pleno, aire, ¡todo desaparece! ¡Las manos de los editores, explotadores, directores de radio bombean y bombean, y la mente del hombre gira con tanta rapidez que el movimiento centrífugo lo libra de todo pensamiento inútil, de días y días malgastados! [...] Se abreviaron los años de estudio, se relajó la disciplina, se dejó de lado la historia, la filosofía y el lenguaje. LAs letras y la gramática fueron abandonadas, poco a poco, poco a poco, hasta que se las olvidó por completo. La vida es lo inmediato, sólo el trabajo importa. Divertirse, sí, pero después del trabajo. ¿Por qué aprender algo salvo apretar botones, insertar llaves, ajustar tornillos y tuercas? [...] La cremallera reemplazó al botón, y el hombre no tiene tiempo para pensar mientras se viste a la hora del alba, una hora filosófica, y por tanto una hora melancólica. [...] La vida se redujo a ruidos e interjecciones, Montag. ¡Sólo bum, pam, uf! [...] Sólo los payasos pudieron seguir en los tatros, y se adornaron las habitaciones con paredes de vidrio y bonitos colores que subían y bajaban como confeti o sangre o jerez o sauternes. A ti te gusta el béisbol, ¿no Montag?
- Es un hermoso juego.
Beatty era ahora casi invisible: una voz en alguna parte detrás de una cortina de humo. [...]
- ¿Te gustan los bolos, Montag?
-Los bolos, sí.
- ¿Y el golf?
- El golf es un hermoso juego.
- ¿Baloncesto?
- Un hermoso juego.
- ¿El billar? ¿El fútbol?
- Hermosos juegos también.
- Deportes al alcance de todos, espíritu de grupo, diversión y no hay que pensar, ¿eh? Organizar y superorganizar super superdeportes. Más importancia. Las carreteras llenas de multitudes que van a alguna parte, alguna parte, alguna parte, ninguna parte. El refugio de la gasolina. Las ciudades se transforman en campamentos, la gente en hordas nómadas que van de lugar en lugar siguiendo las mareas lunares, durmiendo esta noche en el cuarto donde tú dormiste el mediodía anterior y yo dormí la noche anterior. [...]
>> Bien, examinemos ahora a nuestras minorías. Cuanto más grande la población, más minorías. No tratemos de entender a los aficionados a los perros, los aficionados a los gatos, los doctores, los abogados, comerciantes, jefes, mormones, baptistas, unitarios, descendientes de chinos, suecos, italianos, alemanes, tejanos, neoyorquinos, irlandeses, gente de Oregón o México. La gente de este libro, esta pieza teatral, esta novela de TV, no trata de representar a ningún pintor o cartógrafo o mecánico actual, ni de ninguna parte. ¡Cuanto más grande sea el mercado, Montag, menos discusiones! ¡No lo olvides!
>> Autores llenos de pensamientos malignos, ¡cerrad vuestras máquinas de escribir! Así lo hicieron. Las revistas se transformaron en una bonita mezcla de vainilla y tapioca. Los libros, así dijeron los críticos condenadamente snobs, eran agua chirle. Es natural que no se vendan libros, dijeron esos hombres. Pero el público sabía lo que quería. y girando alegre y velozmente hizo sobrevivir los libros de historietas. Y las revistas es todo, Montag. No comenzó en el gobierno. No hubo órdenes, ni declaraciones, ni censura en un principio, ¡no! La tecnología, la explotación en masa, y la presión de las minorías provocó todo eso, por suerte. Hoy, gracias a ellos, uno puede ser continuamente feliz, se pueden leer historietas, las viejas y buenas confesiones, los periódicos comerciales.
- Sí, pero, ¿Y los bomberos?
- Ah. - Beatty se inclinó hacia adelante, envuelto en la débil niebla de su pipa.- ¿Qué más sencillo y natural? Con escuelas que lanzan al mundo más corredores, saltarines, voladores, nadadores en vez de caminadores, críticos, conocedores y creadores imaginativos, la palabra "intelectual" se convirtió en la interjección que merecía ser. Uno siempre teme las cosas insólitas. Recuerdas seguramente a un compañero de escuela excepcionalmente brillante, que recitaba las lecciones y respondía a las preguntas mientras los demás lo miraban con odio, inmóviles como estatuas de plomo. ¿Y no era a este mismo compañero brillante al que golpeaban y torturaban al salir de la escuela? Claro que sí. Todos debemos parecernos. No nacemos libres e iguales, como dice la Constitución, nos hacemos iguales. Todo hombre es la imagen de todos los demás, y todos somos así igualmente felices. No hay montañas sobrecogedoras que puedan empequeñecernos. La conclusión es muy sencilla. Un libro, en manos de un vecino, es un arma cargada. Quémalo. Saca la bala del arma. Abre la mente del hombre. ¿Se sabe acaso quién puede ser el blanco de un hombre leído? ¿Yo? No puedo aceptarlo. Y así, cuando las casas de todo el mundo fueron incombustibles (tu presunción de la otra noche era correcta) no se necesitaron bomberos para cumplir la antigua función. Se les dio otro trabajo, el de custodios de la paz de nuestras mentes, el centro de nuestro comprensible y recto temor a ser inferiores. El bombero se transformó en censor, juez y ejecutor oficial. Eso eres tú, Montag, y eso soy yo. [...]
>> Debes comprender que nuestra civilización, tan vasta, no permite minorías. Pregunta tú mismo. ¿Qué queremos en este país por encmia de todo? Ser felices. ¿no es verdad? ¿No lo has oído centenares de veces? Quiero ser feliz, dicen todos. Bueno, ¿no lo son? ¿No los entretenemos, no les proporcionamos diversiones? Para eso vivimos, ¿no es así?, para el placer, para la excitación. Y debes admitir que nuestra cultura ofrece ambas cosas, y en abundancia.
- Sí. [...]
- ¿A la gente de color no le gusta El negrito Sambo? Quémalo. ¿Los blancos se sienten incómodos con La cabaña del tío Tom? Quémalo. ¿Alguién escribió una obra acerca del tabaco y el cáncer pulmonar? ¿Los fumadores están afligidos? Quema la obra. Serenidad, Montag. Paz, Montag. Afuera conflictos. Mejor aún, al incinerador. ¿Los fuenrales son tristes y paganos? Elimina los funerales. A los cinco minutos de morir, el hombre ya está de camino a la Gran Caldera: incineradores abastecidos por helicópteros y distribuidos todo a lo largo del país. Diez minutos después de la muerte, el hombre es una motita de polvo oscuro. No aflijamos a los hombres con recuerdos. Que olviden. Quememos, quemémoslo todo. El fuego es brillante y limpio. [...]
- Había una muchacha en la casa de al lado -dijo, lentamente-. Se ha ido. Creo que ha muerto. Ni siquiera recuerdo su cara. Pero era diferente. ¿Cómo... cómo pudo ocurrir?
Beatty sonrió.
- Aquí o allá, ocurre a veces. ¿Clarisse McClellan? Tenemos registrada a la familia. Los hemos vigilado. La herencia y el ambiente son cosas raras. No es posible eliminar en poco tiempo todos los obstáculos. El ambiente hogareño puede dertruir en gran parte la obra de la escuela. Por eso la edad de la admisión en el jardín de infantes ha ido disminuyendo año tras año y ahora sacamos a los niños casi de la cuna. Hubo varias falsas alarmas a propósito de los McClellan cuando vivían en Chicago. Nunca se encontró un libro. El tío tenía un prontuario confuso: antisocial. ¿La muchacha? Era una bomba de tiempo. La familia había estado alimentando el subconsciente de la niña. Estoy casi seguro; examiné los registros de la escuela. No quería saber cómo se hacen las cosas, sino por qué. Eso puede resultar embarazoso. Uno empieza con los porqués, y termina siendo realmente un desgraciado. La pobre chica está mejor muerta.
- Sí, muerta.
- Por suerte gente rara como ella aparece pocas veces. Los curamos casi siempre en estado larval. No es posible construir una casa sin clavos ni maderas. Si no quieres que se construya una casa, esconde los clavos y la madera. Si no quieres que un hombre sea políticamente desgraciado, no lo preocupes mostrándole dos aspectos de una misma cuestión. Muéstrale uno. Que olvide que existe la guerra. Es preferible que un gobierno sea ineficiente, autoritario y aficionado a los impuestos a que la gente se preocupe por esas cosas. Paz, Montag. Que la gente intervenga en concursos donde haya que recordar las letras de las canciones más populares, o los nombres de las capitales de los Estados, o cuánto maíz cosechó Iowa el año último. Llénalos de noticias incombustibles. Sentirán que la información los ahoga, pero se creerán inteligentes. Les parecerá que están pensando, tendrán una sensación de movimiento sin moverse. Y serán felices, pues los hechos de esa especie no cambian. No les des materias resbaladizas como filosofía o psicología que engendran hombres melancóilicos. El que pueda instalar en su casa una pared de TV, y hoy está al alcance de cualquiera, es más feliz que aquel que pretende medir el universo, o reducirlo a una ecuación. Las medidas y las ecuaciones, cuando se refieren al universo, dan al hombre una sensación de inferioridad y soledad. Lo sé, lo he probado. Al diablo con esas cosas. ¿Qué necesitamos entonces? Más reuniones y clubes, acróbatas y magos, automóviles de reacción, helicópteros, sexo y heroína. Si el drama es malo, si la comedia es insulsa, si la película no dice nada, golpéame con el theremín, ruidosamente. Me parecerá entonces que estoy respondiendo a la obra. En realidad, respondo con reacciones táctiles a las vibraciones. No interesa. Quiero entretenimientos sólidos. -Beatty se incorporó.- Debo irme. La conferencia ha terminado. Espero haber aclarado las cosas. No lo olvides Montag, esto es lo más importante. Somos los Muchachos Felices, el Conjunto del Buen Humor, tú y yo, y todos los otros. Somos un dique contra esa pequeña marea que quiere entristecer el mundo con un conflicto de pensamientos y teorías. Sostenemos el dique con nuestras manos. No lo sueltes. No dejes que un torrente de melancilía y filosofía lóbrega invada el universo. Dependemos de ti. No sé si entiendes qué importante eres , que importantes somos nosotros, para que no se pierda la felicidad del mundo.
Beatty estrechó la mano débil de Montag. Montag no se movió. Parecía como si la casa estuviera derrumbándose a su alrededor, y el no pudiera moverse. Mildred había desaparecido de la puerta.
- Una última palabra -dijo Beatty-. Una vez por lo menos en su vida, el bombero se siente picado de curiosidad. ¿Qué dirán los libros? se pregunta. Ah, poder rascarse esa picadura, ¿eh? Bueno, Montag, créeme. He leído unos pocos libros en mi juventud, sé de qué se trata. ¡Los libros no dicen nada! Nada que puedas aprender o creer. Hablan de gentes que no existen. Delirios imaginativos, cuando son obras de ficción. Y si no son de ficción, peor aún. Un profesor que llama idiota a otro, un filósofo que clava los dientes en el gaznate de otro. Todos corren de aquí para allí, apagando las estrellas, extinguiendo el sol. Uno se siente perdido.
- Bueno, ¿y qué ocurre si un bombero se lleva accidentalmente, no a propósito, un libro a su casa? -dijo Montag estremeciéndose.
La puerta entreabierta lo miraba con un enorme ojo vacío.
- Un error disculpable. Curiosidad, nada más -dijo Beatty-. No nos preocupamos demasiado, ni nos enojamos. Dejamos que el bombero guarde el libro veinticuatro horas. Si en ese plazo no lo quema, vamos y se lo quemamos nosotros.
- Claro -dijo Montag con la boca seca.
- Bueno, Montag. ¿trabajarás hoy en otro turno? ¿Contamos contigo esta noche?
- No sé -dijo Montag.
- ¿Qué?
Beatty parecía sorprendido.
- Iré más tarde. Quizá.
- Te extrañaremos de veras si faltas -dijo Beatty guardándose la pipa en el bolsillo.
No iré nunca, pensó Montag.
-Que te pongas bien y sigas bien -dijo beatty.
Se volvió y salió por la puerta abierta.
Montag miró por la ventana mientras Beatty se alejaba en su coche, amarillo como el fuego, con ruedas cenicientas.
Del otro lado de la calle se alzaban los frentes chatos de las casas. ¿Qué había dicho Clarisse una tarde? "No hay porches. Mi tío dice que antes había porches. Y la gente se sentaba allí en las noches de verano, y hablaba cuando tenía ganas de hablar, y se balanceaba en las mecedoras, y no hablaba cuando no tenía ganas de hablar. A veces se quedaban allí, simplemente, y pensaban cosas. Mi tío dice que los arquitectos suprimieron los porches con la excusa de que no quedaban bien. Pero la verdadera razón, la razón oculta, era otra. No querían que la gente se pasase las horas sin hacer nada, ésa no era la verdadera vida social. La gente hablaba demasiado. Y tenía tiempo para pensar. Así que suprimieron los porches. Y los jardines también. Ya no más jardines para estar en ellos. Y mire los muebles. No más mecedoras. Son demasiado cómodas. La gente debe estar de pie, y corriendo de un lado a otro. Mi tío dice... y... mi tío... y... mi tío..." La voz de Clarisse se apagó poco a poco.


Fahrenheit 451, Ray Bradbury

Y al ritmo que llevamos, poco nos falta para alcanzar esa sociedad imaginaria que el brillante escritor retrató en los años 50... ¿de verdad queremos terminar así? ¿Cerebros anulados que siguen a un líder que les ordena terminar con su cultura y su independencia, que condena su libertad a cambio de una falsa felicidad sustentada en la ignorancia? ¿Para eso tanto progreso? Tal vez ha llegado el momento de pararse a reflexionar para qué queremos tanto tanto tanto si ni siquiera sabemos qué es. Quizá sea ahora cuando hay que pensar en qué nos convierten tantos avances: las calculadoras que hacen las cuentas, robots de cocina que hacen la comida, televisiones que piensan por nosotros, ¿hasta dónde va a llegar esto? Parémos un momento. ¿Hasta dónde les vamos a dejar llegar? Piensen, piensen, piensen. No queremos convertirnos en hormigas obreras, ¿verdad? ¿O tal vez sí? Piensen, piensen, ...

(Lamento la extensión de esta entrada...)

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