A saliva de mastín y a pizza para cenar.
A meriendas-cena en el porche con las tazas de té.
A primos y tíos.
A manualidades Art Attack y a pim-pom.
A bicicleta, cricket y baloncesto.
A brilé.
A miles de libros y aventuras.
A promesas de casas en un árbol.
A bosque que huele a pino y pincha toxo a toxo.
A risas, chapuzones, ahogadillas.
A felicidad.
La sandía, dulce y sabrosa, sabe a verano.