sábado, 28 de febrero de 2009

Mariposas

El techo no tenía un atractivo especial aquel día. Ella, sin embargo, mantenía la mirada perdida en su perfecta blancura. Las manos detrás de la nuca, el cuerpo relajado en su mullida cama, su mente muy lejos de allí... muy lejos... muy lejos... Sonreía. Después de tanto tanto tiempo volvía a sonreir. Mil cosquillitas recorrían su estómago y se extendían hasta la punta de sus dedos. Sus ojos tenían un brillo especial, diferente. El recuerdo la mantenía en aquel estado de extraño éxtasis. El recuerdo y la esperanza. Las fotos se encontraban en el ordenador, pero a ella no le hacían falta. Cada centímetro de su cara estaba grabado en su memoria, cada detalle de su mirada, cada gesto, cada palabra. Se giró y se encogió un poco. Abrazó la almohada. Tenía ganas de gritar, de saltar, de... pero se quedó allí, encima del mullido edredón azul, demasiado encantada para moverse, demasiado enamorada para creerselo del todo.

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